La forma más sencilla es enfriando durante unas horas tu caldo en la nevera.
Gracias al reposo, la grasa subirá a la superficie y con el frío, que quedará solidificada una vez pase un tiempo en la nevera.
Ahora lo único que tienes que hacer es quitar esa capa de grasa solidificada y volver a refrigerar tu caldo, o congelarlo, o consumirlo… lo que te apetezca.