Lo más habitual suele ser glasear postres, y se puede hacer a través de un sencillo almíbar de agua y azúcar, una pasta más densa de azúcar glas y agua o claras de huevo batidas, mermeladas, miel, frutas, etc.
En el caso de los platos salados, con más frecuencia se suele glasear verduras (por ejemplo Cebolla Caramelizada), pero carnes y pescado también se someten a esta técnica. Consiste principalmente en reducir la salsa o caldo donde se ha cocinado previamente el alimento a glasear. Una vez espesa la salsa, se recubre el alimento dándole un aspecto brillante.